Los dos principales responsables de su diseño fueron los ingenieros Ferruccio Palamidessi y Giuseppe Scarnati, bajo la supervisión de sus superiores Raimondo Gatti e Ivo Colucci, mostrando una clara influencia de modelos norteamericanos como el Packard Clipper de 1946, con su distintivo frontal. Aunque el chasis Sport contaba con una batalla de 3 metros al igual que los 8C de pre-guerra, los ejes delanteros y traseros fueron ensanchados. Estas grandes dimensiones llevaron a muchos a plantearse si se trataba de “el coupé más grande del mundo”.

La carrera deportiva del Freccia d’Oro no se hizo esperar. Pronto demostraría ser un digno adversario: su carrocería de aluminio le aportaba agilidad y su suspensión totalmente independiente una conducción fiable y deportiva.

En 1950 México fue el primer país latinoamericano en completar su tramo de la “Carretera Panamericana”, proyecto que desde 1937 tenía el objetivo de unir el continente americano de extremo a extremo. El entonces presidente, Miguel Alemán, apoyó la celebración de una competición automovilística para celebrar este logro y atraer la inversión extranjera: “La Carrera Panamericana”.

El recorrido total constaría de 3373 kilómetros desde Ciudad Juárez en el norte hasta la frontera con Guatemala en el sur. Teniendo en cuenta los radicales cambios de clima y altitud que este trayecto implicaba, la competición supondría un enorme reto tanto para los pilotos como para los equipos mecánicos.

Alfa Romeo había seguido el reglamento al pie de la letra y para a México se enviaron dos Freccia d’Oro Sport de stock, con un único carburador de tan sólo 90 HP. Sin embargo, tras las primeras etapas de la carrera, y a la vista de las velocidades máximas alcanzadas por sus competidores, se haría evidente que los americanos no habían seguido un comportamiento tan deportivo: haciendo caso omiso de las normas, presentaron al certamen coches trucados, con potencia muy superior a la de los italianos. Esto sería un gran handicap para los Freccia d’Oro, especialmente durante los dos primeros tercios de la carrera. En las largas rectas del norte de México no podían acercarse a las arrolladoras velocidades de sus competidores americanos.

El último tramo, antes de la llegada a El Ocotal, sería el más duro de todos. Ambos Freccia d’Oro estuvieron a punto de abandonar debido a la irregularidad del terreno, inhóspito para un coche de sus características, llegando a la línea de meta consumiendo las últimas gotas de aceite ya que los cárteres se habían dañado. A pesar de todo, no cesó la heroica remontada. Al finalizar la competición, Taruffi sería cuarto en la clasificación general y Bonetti octavo. Una auténtica proeza si tenemos en cuenta las desfavorables condiciones en las que ambos Freccia d’Oro tuvieron que competir.

Ángel Jiménez, texto extraído del folleto del CJ-51